Erase una vez una niña de 5 años de edad, blanca como la luna, pelo lacio y corto, ojos pequeños, boca pequeña, tierna, callada, ingenua, hermosa y sobre todo inquieta
Ella quería tocar al Mar
Esa inmensa alberca salada, que va y viene, que parece estar enojado por la intensidad de las olas y en otras dar una bienvenida.
La niña quedó hipnotizada, no hacía nada solo ver al mar y preguntarle a su Madre, a que hora irían ahí y señalaba hacia el Mar
La madre le respondía, calmada, ten paciencia, en un momento más iremos las dos y lo tocaremos
Las horas pasaban y pasaban y más crecía la demanda ¡Quiero tocar el Mar!
La respuesta era la misma, no variaba ni una palabra.
Hasta que se descuidó la Mamá y la niña corrió hacia él, sin miedo, como quien espera uno mucho tiempo y va hacia el con los brazos abiertos
Encontró el agua un poco fría, pero ella quería más.
Se adentró, hasta que una ola cayó sobre ella y todo su cuerpo dió vueltas, como si fuese una muñeca de trapo. Ella encontró desesperante el no poder respirar, pero a la vez, veía los colores de la arena brillar y al mar por dentro.
Alguien vió un color de traje de baño rojo volar, junto con unas piernitas blancas que pronto desaparecieron, inmediatamente corrió y la logró tomar por un brazo
La niña estaba asustada, sacandose los tragos de agua salada y de arena alojados en su boquita.
Pronto la gente se congregó al rededor de ella y al ver gente extraña, empezó a sollozar, mismo llanto que llamó la atención de su madre, que ya estaba buscándola.
Las dos se unieron en un abrazo con lágrimas incluidas, diciendo la niña ¡Me ahogué de sal! después, volvieron las risas.
Ahí fué el inicio de una relación pasivo-agresiva entre el Mar y la Niña
Maryanne
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te gustaría comentar algo, adelante. Las críticas también son bienvenidas.